domingo, 6 de marzo de 2011

¿Sabes esa sensación de que realmente conoces a una persona y luego resulta que no es así? Yo la tengo. Creía saber quien y como eras. Estaba tan rematadamente equivocada...
Sabes qué es lo peor, que el hecho de conocer a tu verdadera persona no me ayuda a olvidarte, al contrario. Echo de menos a aquel chico que conocí. Tan sencillo, tan simple y lleno de pequeños detalles a la vez. Atento, detallista, cariñoso... maduro. Ese chico aparentemente como cualquier otro que escondía unos valores propios, siempre vestido de colores lisos, con esa sonrisilla de medio lado y esos pequeños detalles que te hacen sentir especial.
Ahora ya solo queda el típico, el de siempre, uno más. Cuando descubres que esos valores son estúpidas canciones que crees que te harán más interesante, y esa madurez barata con la que contrarresta tu comportamiento infantil...
Verdaderamente una pena, ¿de qué sirve aparentar ser quién no eres? si al final todo siempre se acaba sabiendo, y yo ya lo se, que solo eres alguien más que pasa por mi camino para enseñarme en qué no debo volver a fallar, y solo por ese detalle, te doy las gracias. Gracias, porque no volveré a tropezar ni contigo ni con nadie como tú.

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